quarta-feira, 30 de março de 2011

El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald


El gran Gatsby, de Scott Fitzgerald
Una sátira demoledora de la aristocracia americana

No deja de ser curioso el poder que tiene la industria cinematográfica de poner en primer plano de actualidad a personas más o menos olvidadas. En efecto, el potencial de difusión del cine es enorme y, de la noche a la mañana, puede lograr que alguien de quién apenas se habla pase a ocupar portadas y sea noticia.
Francis Scott Fitzgerald
Viene esto a cuento por la aparición de la película ‘El curioso caso de benjamín Button’, inspirada en una novela corta de Scott Fitzgerald. No es que Fitzgerald fuese un autor olvidado, al menos no en Estados Unidos, pero es indudable que esta cinta ha venido a revitalizar su popularidad.
Francis Scott Fitzgerald (Saint Paul, Minnesota, 1896-1940), novelista que buscó fortuna escribiendo guiones para Hollywood, es el portavoz de la llamada ‘Generación perdida’ estadounidense –Dos Passos, Hemingway, Faulkner, Steinbeck y el propio Scott-, llamada así debido a la doble circunstancia de haber participado en la brutal convulsión de la Primera Guerra Mundial y de haber sido lúcidos observadores de la crisis norteamericana de los años veinte (aparte de por su conocida afición al alcohol). Estos novelistas, una generación extraordinaria, son responsables de muchas de las innovaciones que se producen en la técnica de novelar durante la primera mitad del siglo XX y todos han elaborado alguna obra magistral.
En el caso de Scott Fitzgerald, aparte de otras estimables, como ‘A este lado del Paraiso’, ‘Tierna es la noche’ o ‘El derrumbe’, ésta es, sin duda, El gran Gatsby, publicada en 1925, que es un reflejo de la sociedad americana de la ‘Belle epoque’, de aquella generación mermada por la guerra y que trataba por todos los medios de divertirse ahogando sus penas en fiestas y alcohol.
‘El gran Gatsby’ cuenta la historia del protagonista del mismo nombre, Jay Gatsby, millonario que aparece en la neoyorquina Long Island y cuyo pasado nadie conoce. Esta circunstancia da lugar a todo tipo de rumores –ha sido espía alemán, traficante de alcohol durante la ‘Ley Seca’,etc- pero nadie sabe a ciencia cierta de donde procede su fortuna.
Vive a todo tren, organizando constantes fiestas suntuosas, pero, en el fondo, es un hombre solitario y triste, cuya única ambición es recuperar a la mujer que ama, Daisy, ahora casada con el no menos millonario Tom Buchanan, el cual tiene una amante, Myrtle, a su vez esposa del dueño de la gasolinera de Long Island.
Universidad de Princeton, donde estudió Fitzgerald
Como Tom ve que Daisy no rechaza las pretensiones de Gatsby, se produce el enfrentamiento entre ambos. Accidentalmente, Daisy atropella a Myrtle, matándola. Esta circunstancia es aprovechada por Tom para librarse de Gatsby: le revela a su marido, George Wilson, que ha sido el protagonista quién ha atropellado a su esposa. Wilson, roto por la muerte de su mujer, asesina a Gatsby y luego se suicida. Ni siquiera Daisy aparece en el funeral del protagonista.
La historia es contada por Nick Carraway, joven bolsista de Wall Street y primo de Daisy, que vive en un bungalow cercano a las mansiones de los millonarios. Sin duda, es éste un gran acierto de Fitzgerald, pues el hecho de que el narrador sea alguien ajeno a los personajes principales permite el distanciamiento necesario para mostrar la frivolidad de una clase social enriquecida al amparo del boom bolsístico de los primeros años veinte –tan artificial que provocaría el ‘Crack del veintinueve’- y de otros negocios menos legales.
 Robert Redford fue Gatsby en el cine
Toda la amoralidad y la corrupción de aquellos nuevos ricos queda al descubierto en la obra, que, realmente, es una advertencia sobre el ‘sueño americano’: la pérdida de los valores morales que lo han edificado en beneficio del placer y la frivolidad puede provocar el hundimiento del país. Todo contribuye a transmitir este mensaje, desde el lenguaje hasta la lúgubre metáfora del Valle de las Cenizas. Lamentablemente, el tiempo no tardaría en darle la razón al autor: la ‘Crisis del veintinueve’ vino a despertar al mundo del plácido letargo en que vivía. Escribiendo esto -permítasenos la digresión- es inevitable establecer un paralelismo con la época actual. Es, simplemente una reflexión que dejamos al lector.
     Pero volvamos a la novela para centrarnos en la figura de Jay Gatsby. Él y Daisy han estado enamorados una vez, allá por 1917, cuando él aspiraba a ser un policía, en Louisville, pero ella era de clase alta y él no. Así que se separaron. Desde entonces, Gatsby ha buscado la riqueza para superar este impedimento. Pero, mientras él es una persona auténtica, que desea reavivar la relación, Daisy es una muñeca barbie que vive para las apariencias y no desea romper su matrimonio, por infeliz que éste resulte.
En este sentido, Jay Gatsby es un héroe romántico moderno, al que su incursión en el mundo de la alta sociedad corrompida terminará costándole cara: Wilson cree que se entiende con su mujer y acaba asesinándolo.
En su funeral, nadie está presente. Todas aquellas sanguijuelas que eran sus amigos para asistir a sus prestigiosas fiestas no aparecen ahora por ningún lado. Y es que Jay Gatsby no era ‘de los suyos’, era un advenedizo. Así funciona la alta sociedad – la de entonces y la de ahora-. La sátira no puede ser más demoledora: el idealismo del protagonista no tiene cabida entre la inmoralidad y la falta de ética, de valores y de vergüenza de los ricos.
Benjamin Button character Hildegard
El epitafio lo brinda Nick Carraway: ‘Y mientras me hallaba allí, reflexionando sobre el viejo y desconocido mundo, pensé en el asombro de Gatsby al advertir, por primera vez, la luz verde al final del malecón de Daisy. Había recorrido un largo camino para llegar a este verde césped, y su sueño debió parecerle tan próximo que no le sería posible lograrlo….No sabía que ya estaba detrás de él….En alguna parte de aquella vasta oscuridad, más allá de la ciudad, donde los oscuros campos se desplegaban bajo las sombras de la noche. Gatsby creía en la luz verde, el orgiástico futuro que, año tras año, aparece ante nosotros….Nos esquiva, pero no importa; mañana correremos más deprisa…Y así, vamos adelante, botes que reman contra la corriente, incesantemente arrastrados hacia el pasado….’. Sin duda, es un triste final que deja escaso hueco a la esperanza.

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